Odio que me etiqueten. O al menos, que
lo hagan con una sola etiqueta. Aceptaría mejor que me asignasen una “nube de tags”.
Y lo rechazo, porque considero que no se puede definir a nadie con una sola
palabra. Las personas somos entes complejos, con suficientes vericuetos
internos para no sentirnos cómodos con una definición inamovible. Además, una
etiqueta es un estigma mental en quien la emite, y también para quien la
recibe. Encasilla en una posición y perjudica al cambio y la evolución de las
personas. Solo es válido para la simplificación mental a través de
conceptualizar realidades complejas.
La clasificación siempre lleva a la
confrontación, que en materia social desencadena la “yihad de clases”. Primero
te etiquetan y luego te lanzan a la guerra santa…. Yo niego esa versión
maniquea y simplista de la sociedad. La verdadera lucha, la que la ciudadanía
debería hacer suya, no es la lucha de clases, sino la lucha de Desclasificación. Esto implica luchar por que la
sociedad reconozca y recompense el valor
que cada persona o grupo aporta al bien de la comunidad. Pero también que las
personas tengan el derecho a emprender el camino que deseen, de acuerdo a sus
capacidades, para que en definitiva, puedan aprehender las riendas de su
futuro. La verdadera justicia social, no es igualatoria, sino equitativa. Pero
tampoco sirve la ecuanimidad, si no va ligada a la movilidad social. Es decir, la
sociedad debe darse a sí misma los mecanismos para que las personas puedan dedicarse a las
actividades que deseen a lo largo de su vida. Hoy puedes querer emprender un
proyecto empresarial, y mañana dedicarte a un proyecto social. Por contra, la ciudadanía
debe ser vigilante ante aquellos que consigan un estatus económico, social o
laboral, para controlar que se no blinden sus privilegios. Es utópico tratar
que no existan privilegios. Algunos los han conseguido con su genialidad o su
esfuerzo. La injusticia deviene cuando esos privilegios se heredan o mantienen
en el tiempo sin aportar valor al bien común, evitando que otros puedan mejorar
sus condiciones.
Hoy día, no veo clases por la calle.
Veo empresarios jodidos y otros mantenidos por el sistema; veo trabajadores
precarios y otros que viven de la sopa boba; veo ricos sin clase y héroes
anónimos que nos dan clases magistrales. Las circunstancias y el “poltronismo”
nos han llevado aquí. Por eso, la lucha democrática es la lucha por la Desclasificación
efectiva. Al César lo que es del César…..