Una de las consignas más repetidas por
empresarios y políticos en los últimos tiempos es “En España no fluye el
crédito”. Pero ¿es cierto? ¿Se Necesita
que fluya más crédito en el Estado Español? Pues depende del tipo de
crédito, para qué proyecto y para quien. Veamos.
Es claro que la concesión de crédito a
la empresa ha descendido, e incluso el FMI
advierte del hundimiento del crédito en España. En
un ambiente de recesión y con un mayor riesgo en la viabilidad de los proyectos,
es lógico que el crédito disminuya. Pero no olvidemos que los Bancos no conceden
créditos porque sus activos se han devaluado después del estallido de la
burbuja inmobiliaria y es más rentable financiar al Estado que a empresas y particulares.
Pero analizar el problema, me centraré
en dos aspectos del mismo:
- El Banco que concede el crédito: No es lo mismo un banco privado, libre para decidir su negocio, que un banco intervenido que se mantiene con una inyección de capital del Estado (o sea nuestro).
- Actividad financiada: Tampoco es igual un crédito para una actividad que redunda en el bien común o en un cambio de modelo productivo deseado por la sociedad, que un crédito especulativo que pueda terminar en una socialización de la deuda mediante un rescate.
Para entender la situación, es preciso
conocer que un crédito es la creación de dinero de la nada, con un mínimo
respaldo de reserva sobre los depósitos (según el denominado coeficiente de
caja o de reserva fraccionaria). Es decir, el Estado da una “licencia” a los
Bancos para crear dinero. Caso más
flagrante es el de aquellas entidades en que el Estado ha aportado capital
(intervención) y por tanto la sociedad es dueña (en parte) de dicho Banco.
Al final, la capacidad para conceder crédito está en poderosas manos
privadas, y concederán el crédito a quien quieran, en función de sus intereses,
y no de la sociedad. Sin embargo, se han aprovechado, y siguen haciéndolo,
tanto de una “concesión” de los Estados para crear dinero, como de la
socialización de sus pérdidas. Es por ello, que la sociedad debería tener
cauces de actuación sobre las entidades financieras, tanto intervenidas como
no, más allá de la mera supervisión ejercida por los Bancos Centrales.
Respecto a la tipología de las actividades
financiadas, nadie puede negar a quien asume el riesgo (el Banco), la capacidad
para rechazar la concesión de un crédito. Ni el Estado ni nadie pueden
obligarle a prestar su propio dinero. Por una parte, los bancos utilizan
programas a análisis de riesgos (scoring)
para limitar al máximo la posible morosidad, exigiendo avales que cubran la
pérdida. Pero hay ocasiones en que el Estado les blinda por ley del riesgo
asumido. Así ocurre en el caso de los créditos hipotecarios, dónde se pueden exigir
avales extras, (más allá del valor del inmueble), e incluso la deuda puede
persistir en el tiempo al no contemplar la dación en pago, mediante
subterfugios que rozan la ilegalidad.
Pero lo realmente grave para la sociedad
es que los Bancos nunca van a financiar cambios o innovaciones del modelo
productivo. “La
innovación que provenga del mercado será sólo incremental y cortoplacista”
como dice Xavier Ferrás.
“Todas
las tecnologías que hoy sustentan grandes sectores emergentes, inexistentes
hace unos años, han sido desarrolladas bajo sólido impulso público”. Es
decir: No esperen que sean los Bancos y su crédito el que nos saquen de esta
crisis. El cambio de modelo que necesitamos no estará financiado por los Bancos
hasta que el nuevo negocio no esté consolidado y su riesgo de pérdidas
minimizado. Es por ello, que para desarrollar los grandes
proyectos de la humanidad, que
requieren una visión intergeneracional a muy largo plazo, no podemos esperar
financiación privada.
El crédito no es la panacea, e incluso
ha sido parte del problema actual. Sectores muy liberales (como Daniel
Lacalle, cercano a la Escuela Austriaca) admiten que el
crecimiento mediante la deuda es
una droga, y por tanto incontrolable. Pero por
desgracia, es una droga legal, y necesaria. Necesaria para el funcionamiento
corriente de empresas y para el arranque de nuevos proyectos.
En resumen:
- La ciudadanía tiene derecho a decidir o limitar cómo y en qué se concede crédito por parte de los Bancos, bien porque están intervenidos, o bien por que usan un coeficiente fraccionario para crear dinero.
- Se deben incrementar y facilitar otros medios de financiación estatales y/o particulares para que la sociedad evolucione en una mejora del bien común.
Como conclusión apunto algunas ideas que
ayudarían a mejorar el flujo de crédito, pero también a orientar el sentido del
mismo hacia una salida de la crisis:
- Establecer criterios de preferencia en la concesión de crédito, penalizando sectores o tipos de empresa, y beneficiando aquellos que la sociedad considera prioritarios.
- Creación de impuestos y exenciones a empresas dependientes de dichas políticas.
- Creación de organismos estatales que supervisen y validen la concesión de crédito, rechazando o incentivando créditos según su prioridad social. Reforma y ampliación del ICO para cubrir dichas funciones.Mejora de las políticas de crowfunding y/o crowlending, así como Business Angels en especial en:
- Mejora del tratamiento fiscal de los préstamos y donaciones de particulares.
- Integración en el ICO de actividades de financiación particular para proyectos sociales y/o altamente prioritarios.
- Garantía parcial del préstamo mediante fondos públicos.
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