En el siglo XVIII, Adam Smith consagra
el paradigma de la competencia como motor del crecimiento económico y el bienestar social. Apela al egoísmo de
los individuos ejerciendo la libre competencia para lograr la riqueza social.
Posteriormente, el siglo XIX
elevó a ley natural dicho paradigma, a través de las teorías de Darwin, donde la propia
evolución de las especies se basa en la competencia por los recursos y la
supervivencia del más adaptado. Pero, el paradigma competitivo olvida otros
modelos naturales exitosos, como por ejemplo la simbiosis. De hecho, si bien la
competencia es un medio de renovación natural, múltiples investigaciones
apuntan a que la colaboración es mucho más efectiva. El paleontólogo Jose Luis Arsuaga, sostiene
que una causa de las principales causas en la evolución del cerebro humano fue
el carácter social de los primeros homínidos y por ello la sociabilidad es una
de las señas de
identidad del ser humano como especie. El entomólogo Edward Wilson va más
allá e indica que los dos modelos de especie de éxito son los insectos sociales y los humanos.
Yo siempre he considerado, que
cualquier estructura u organización social, difícilmente será válida si es
contraria a la naturaleza intrínseca del la humanidad. Así, la estrategia
empresarial basada únicamente en la competencia está en entredicho. En los
últimos años, han aparecido numerosos estudios dónde se desmitifica la
competencia como adalid de progreso. Dichos estudios demuestran que estrategias
colaborativas son más efectivas que la competencia (ver Yochai Bencker, y su libro
“El
Pingüino y el Leviatán: Por qué la cooperación es nuestra arma más valiosa para
mejorar el bienestar de la sociedad” ). El “La
economía del bien común”, Christian Felber indica
que “La razón es que la cooperación
motiva de manera distinta a la competencia…. La cooperación motiva basándose en
las relaciones satisfactorias, el reconocimiento, la valoración y la fijación y
consecución de objetivos comunes”.
Con todo ello, el modelo de Porter en la
búsqueda de ventajas competitivas podría quedar desechado, al menos
parcialmente, en aras a una búsqueda de la “ventajas colaborativa”. Es decir,
la estrategia de las empresas debería centrarse en la búsqueda sostenible de
colaboración con proveedores, clientes. Las barreras de entrada y la relación
con otros competidores (o concurrentes en el mercado), debe basarse en el
mantenimiento de la diferenciación sostenible y la innovación para conseguirla.
En una sociedad basada realmente en el conocimiento abierto, la única forma de
competir es sobre la base de la mejora constante.
La empresa debe ser un órgano de
generación de valor para la sociedad. El paradigma de Colaboración es acorde a la
sociedad actual red interconectada, plana y dirigida hacia una participación
activa del ciudadano. La estructura competitiva en la sociedad sustentada en
los valores del “hackerismo” se basa en la innovación y el conocimiento abierto
y colaborativo. Es la vía que permite a
la empresa-comunidad aportar valor real a la sociedad, y el medio por el cual
obtener rentabilidad. La estrategia de la empresa debe pasar siempre por
generar innovación en cualquier elemento de su cadena de valor.
Todo ello, no implica que la
competencia deje de existir como medio de supervivencia. Pero está comprobado
que los modelos de más éxito (cómo Google o Apple) son aquellos que no
focalizan su actuación en sus competidores de mercado, sino que auto-compiten
para aportar más valor a sus clientes y explorar nuevos “Océanos
Azules”.
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