En los últimos tiempos se ha vuelto a hablar y debatir sobre la
necesidad de consenso para superar la crisis. La sociedad parece que está
deseando el acuerdo sobre la dirección que tomar hacía nuestro futuro. Por
eso, es necesario revisar este concepto.
Según la Real Academia de la
lengua Española, consenso es el “Acuerdo producido por consentimiento entre
todos los miembros de un grupo o entre varios grupos”. Para Wikipedia, “Una
decisión por consenso, no obstante, no implica un consentimiento activo de cada
uno, sino más bien una aceptación en el sentido de no-negación”.
Este concepto, popularizado y
mitificado en la Transición española, también cuenta con profundos detractores,
como D.
Antonio Garcia-Trevijano, que considera “el consenso es un valor
negativo, no puede haber ni ciertas dosis, ni mínimas, ni máximas. El consenso
es contrario a la libertad y, justamente, donde hay consenso, no hay libertad.”,
y también que “El consenso no es más que ideología conservadora, favorable a
los gobiernos en plaza, para que ni siquiera haya simulacro de oposición
parlamentaria.”
He de decir, que estoy de acuerdo
con el fundamento de estas afirmaciones, pero no con su valor pragmático. Por
una parte, el consenso como fin último es contrario a la libertad, pues
supondría supeditar los valores fundamentales a un supuesto fin superior.
Máxime, si esta búsqueda requiere acallar conciencias y ponerse al servicio de
un sistema establecido. Además, el consenso no es intrínsecamente positivo, y
puede ser orientado a apoyar posturas indeseables o corruptas.
No obstante, la política como
ciencia social, solo es perfecta en un planteamiento teórico y por tanto
utópico. Cualquier aproximación científica se dará de bruces con la realidad,
que depende de unas circunstancias ambientales, (Políticas, sociales,
económicas y tecnológicas, PEST) y de las expectativas o creencias de los
individuos que forman y mueven la sociedad en un momento concreto. Como ya
indicaba en mi post “Competencia vs
Colaboración”, la colaboración es una característica
consustancial con la naturaleza humana, que ha permitido la evolución hasta lo
que hoy somos. Colaborar supone trabajar en cooperación para alcanzar objetivos
compartidos. Sin la colaboración el progreso es inalcanzable, y nos veríamos
inmersos en una rueda de creación/destrucción según quien detente el poder.
Un ejemplo práctico los estamos
viviendo con la actual ley de educación (la LOMCE), que resulta ser la quinta ley
desde el año 1985. La oposición ya está amenazando con una
nueva reforma si alcanza el poder. El
fracaso de todas estas leyes, no sólo está en los resultados, sino en la propia
gestación de las mismas, que ha sido incapaz de aislarlas de las ideologías en
búsqueda del objetivo común y a largo plazo de la sociedad, es decir aumentar
el nivel educativo de los individuos. Un proyecto educativo, requiere de cierta
estabilidad durante al menos una generación para conseguir éxitos notables.
Es decir, es preciso una colaboración
o consenso operativo para ejecutar
de forma exitosa un proyecto. En técnicas de negociación se denomina buscar la
ZOPA (ZOna de Posible Acuerdo), en la cual, ambas partes pueden acordar un
abanico de actuación sin comprometer sus principios. No olvidemos, que la
adaptación es también una característica de la naturaleza humana necesaria para
la evolución y con ello el progreso.
Nadie puede considerarse en la verdad absoluta del “camino recto”, pues
como ya he indicado, la ciencia social no es una ciencia exacta, y el objetivo
marcado puede ser obtenido por distintas vías válidas.
Los demócratas tenemos hoy día un reto
notable: implantar una democracia real, viable y sostenible. Ello implica
desmantelar la partitocracia imperante, que se ha constituido en una oligarquía
de espaldas al pueblo. Hay distintas iniciativas, partidos políticos fuera del
sistema y asociaciones volcados en llevar adelante su modelo. Ante tal
confusión, unos abogan por la abstención u otros planteamientos estratégicos.
Varios de ellos podrían ser viables. Pero tanto su establecimiento como su
sostenibilidad deberán pasar por un consenso operativo, en el cual, sin coartar los principios de la democracia,
seamos capaces de planificar en relación a lo que nos une y no sobre lo que nos
separa. Nos jugamos el futuro de la democracia. Es necesario definir los
objetivos de la democracia formal, entre los que abogamos por la participación
de individuo en su futuro. El detalle operativo, aun siendo importante, no
tiene una solución única, exacta ni matemática.
Desde aquí llamo a la unidad de
acción. A despojar de ideología el objetivo democrático. Habrá tiempo de
defender cualquier postura cuando el pueblo pueda decidir y existan la
“infraestructuras” democráticas para llevarlas a cabo. Hoy es una lucha por el
modelo de sistema. Es nuestra decisión: oligarquía o democracia.. poder
establecido o consenso operativo.
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