Han existido
revoluciones desde que el hombre es hombre. Es decir, cuando un grupo se
considera perjudicado por la actuación de quien detenta el poder, trata de
arrebatárselo, casi siempre para imponer sus criterios.
No obstante, el
concepto revolución se aplica de forma más apropiada a los procesos articulados,
extensos y exitosos que tuvieron lugar a partir de la Edad Moderna, y en especial a partir de la paradigmática revolución francesa de 1.789.
Esta es la primera que se rebela contra el poder establecido para entregárselo
al ciudadano (libertad-igualdad y fraternidad). Desde entonces, pocas o ninguna
revolución ha tenido éxito sino partía de esa premisa (el poder para el
pueblo). En todo caso, su final siempre
es parecido… un grupo representa al pueblo y termina por crear un sistema que
defiende más sus privilegios que las necesidades de sus representados. En
definitiva una nueva oligarquía toma el poder y la voz del pueblo. Manuel Castells parte de la premisa de que “las
relaciones de poder constituyen el fundamento de la sociedad porque los que
ostentan el poder construyen las instituciones de la sociedad según sus valores
e intereses. ... Las relaciones de poder están incorporadas en las
instituciones de la sociedad, y especialmente en el estado”
Otra
característica de casi todas las
revoluciones es que ha sido impulsada por un grupo, bien sea religioso,
político o civil. Adicionalmente, esto provoca un enfrentamiento entre comunidades,
que debe ser resuelto de forma violenta, hasta la toma del poder y/o los
recursos. El grupo “rebelde” cuenta con suficientes apoyos para volcar la
situación, pero es difícil evaluar
cuánto es dicho apoyo ni durante la revuelta, ni en la nueva construcción del
estado. Un caso especial es la revolución de la transición española, en la que
desde el propio sistema y sin violencia se dinamitó un régimen dictatorial para
implantar una democracia parlamentaria.
Las modernas
revoluciones están cambiando su estructura. Por una parte, no son dirigidas por
grupos organizados, en cuanto no cuentan con una estructura. Son reuniones de
individuos en la red. Tampoco pueden ser consideradas violentas, en cuanto no
toman las armas (como en procesos como la primavera árabe de como Túnez o
Egipto.). Cierto es, que cuando se enfrentan a estados dictatoriales y
corruptos como Siria o Libia, la violencia es ineludible.
En el caso de las
democracias occidentales, los movimientos sociales como el 15M o Occupy Wall
Street, están produciendo un cambio revolucionario, en que se exige una salto
cualitativo en el sistema democrático. Esta exigencia parte de los individuos
hacía toda la comunidad, y además sin el deseo de tomar el poder. Castells dice respecto a los nuevos
movimientos sociales que: “esta nueva
sociedad será el resultado del proceso, no de un plan preconcebido de cómo será
el producto. Esta es la transformación realmente revolucionaria: la producción
material de un cambio social no a partir de unos objetivos programáticos, sino
de las experiencias en red. …..Por eso es fundamental la no violencia, porque
un mundo no violento, no puede nacer de la violencia, y mucho menos de la
violencia revolucionaria.”
Pero para que
realmente esta revolución no degenere en un nuevo sistema oligárquico ( la
partitocracia), el pueblos soberano debe ejercer su poder sin cortapisas.
Obligatoriamente se deben extender las iniciativas para obtener una democracia
directa (#democraciadirecta) que audite y controle el parlamento. Cuando esto
ocurra, será el fin de las revoluciones tal y como las conocemos. Los
individuos en red tendrán el poder pleno; no habrá vuelta atrás. A partir de
entonces sólo se podrá cambiar un paradigma social mediante la revolución de pensamiento
y de los significados.
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